En el corazón de lo que hoy se convierte en nuestro barrio, yace una historia de transformación que refleja un compromiso con la biodiversidad y el respeto por la tierra que habitamos. Durante décadas, este terreno fue testigo de monocultivos con prácticas convencionales y aplicación de agroquímicos de síntesis química, dejando a su paso una huella de impactos negativos en el suelo y el ecosistema circundante.

El proceso de cambio fue gradual pero determinado. Desde un inicio, abordamos una planificación y un diseño del agroecosistema en función del cuidado y regeneración del suelo y su diversidad y actividad biológica. Para ello, fue esencial el rediseño del sistema de producción, incluyendo especies vegetales recuperadoras de la fertilidad biológica, manteniendo el suelo cubierto con cultivos y planificando las labranzas para minimizar sus impactos negativos.

 Esto fortaleció la fertilidad física, química y biológica de los suelos estabilizando la producción obtenida en el tiempo y reduciendo drásticamente la cantidad de aplicaciones de herbicidas e insecticidas no aptos para agricultura orgánica.

Este proceso no puede detenerse de un día para otro y la salida de estas prácticas hacia una transición agroecológica es un proceso de cambio gradual en el agroecosistema.

También planeamos estratégicamente una rotación de cultivos, empezando por cebada, (no había registros de siembra de esta especie en la historia del lote) para luego de su cosecha dejarla crecer nuevamente de forma espontánea y asi ser enrollada y utilizada como mulching o cobertura para la forestación (práctica conservacionista de suelo). Luego llegó el turno del maíz y por último, el girasol logrando en ambos cultivos muy buenos rendimientos.

Las cosechas no solo tuvieron resultados muy favorables, sino que revelaron una diversidad sorprendente, con una mayor presencia de visitantes benéficos como polinizadores, anfibios, liebres, mulitas, zorros, y pájaros, indicando así la restauración del equilibrio natural. También se podía observar la diversidad de especies vegetales en el cultivo principal con especies espontáneas que antes eran eliminadas, sin deteriorar el rendimiento.

Los beneficios de esta transición son innegables. La agricultura agroecológica ha eliminado por completo la dependencia de insumos de síntesis química perjudiciales para la salud y el ecosistema, promoviendo la salud del suelo y de los seres que lo habitan. Estamos orgullosos de haber cumplido con uno de nuestros objetivos fundamentales al iniciar este proyecto. Esta transformación no solo es crucial para la vida en nuestro futuro barrio, sino que también marca nuestro compromiso con el medio ambiente y el impacto positivo que podemos tener en nuestro entorno.

Equipo de biodiversidad La Paloma.